Raider, invasor y atacante en inglés, es el sobrenombre elegido por la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) para el B-21 que desarrolla Northrop Grumman, ganadora de un programa al que se le calcula un valor de hasta 80.000 millones de dólares, incluido todo su coste de vida, como publicó en octubre del año pasado Infodefensa.com. El primer bombardero desarrollado por Estados Unidos en 30 años, para cuya construcción también optaron Boeing y Lockheed Martin, homenajeará así a los aviadores que en abril de 1942 realizaron el primer ataque norteamericano sobre suelo japonés después de haber sido golpeados en Pearl Harbour.
Los Doolittle Raiders (atacantes de Doolitle, en referencia al militar que comandó esa operación) era el modo en el que se conoció a aquellos hombres. Uno de ellos, el copiloto retirado de 101 años, Richard E. Cole (en la imagen), el último de ese grupo aún con vida, ha participado en la selección de un nombre para el que se barajaron 2.000 propuestas.
El nuevo avión, que estará dotado con los últimos avances en armamento y en tecnología para pasar lo más desapercibido posible, e incluso se prevé que pueda llegar a volar sin tripulación, sustituirá a buena parte de la flota de casi un centenar y medio de bombarderos B-52, B-1 y B-2 con los que cuenta Estados Unidos en su inventario.
El desarrollo, del que se calcula que se entregará un centenar de unidades a partir de mediados de la próxima década, deberá cargar grandes cantidades de combustible para penetrar las defensas más sofisticadas y destruir decenas de objetivos en una sola misión para la que deberá cubrir largas distancias.
La USAF comenzó hace más de una década a plantearse la adquisición de un nuevo modelo de bombardero con el que reemplazar buena parte de su flota de B-52, que ya llevan en servicio más de medio siglo; los B-1, desplegados en los ochenta, y los B-2, utilizados desde los noventa. Se trata, así, del primer avión de este tipo que se desarrolla en el país en los últimos treinta años.
Los planes iniciados en 2004 contemplaban una aeronave que comenzaría a operar en 2018, sin embargo el programa quedó aparcado en 2010 por cuestiones presupuestarias. Al año siguiente volvió a retomarse el proyecto, aunque con la premisa de que cada uno de los cien aparatos previstos no se encareciese más allá de 550 millones de dólares o unos 800 millones si se tienen en cuenta la investigación y el desarrollo que llevarán aparejados.
Imágenes: Fuerza Aérea de Estados Unidos