La flota de poco más de un centenar y medio de bombarderos B-52, B-1 y B-2 con los que cuenta la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF, por sus siglas en inglés) se está quedando obsoleta frente a las nuevas defensas antiaéreas desarrolladas por Rusia y China. Ante este panorama el Pentágono se prepara para seleccionar antes de que termine este año al fabricante del futuro avión con el que pretende renovar este inventario. Los candidatos son Northrop Grumman, fabricante del B-2 (imagen principal), y un consorcio formado por Lockheed Martin y Boeing.
Se trata de un programa para el desarrollo de un modelo furtivo (stealth) de ataque a largo alcance con un coste potencial de 80.000 millones de dólares.
De acuerdo con Reuters la USAF quiere un centenar de estos nuevos bombarderos dotados con los últimos avances en armamento y en tecnología para pasar lo más desapercibido posible frente al radar. Además deberán ser capaces de cargar una gran cantidad de combustible, ya que su objetivo será penetrar las defensas más sofisticadas y destruir decenas de objetivos en una sola misión tras cubrir largas distancias.
El planteamiento es lograr un arma con un objetivo más disuasorio que de uso real, ya que el Departamento de Defensa no cree que vaya a acabar enfrentándose con Rusia o China, pero sí considera la necesidad de que un potencial enemigo conozca que Estados Unidos cuenta con esta capacidad. Un concepto desarrollado en otro tiempo que ha ido quedando en desuso desde la Guerra Fría.
La USAF comenzó hace más de una década a plantearse la adquisición de un nuevo modelo de bombardero con el que poder reemplazar buena parte de la flota de B-52 (en la imagen de la derecha) con los que cuenta, y que ya llevan en servicio más de medio siglo; los B-1, desplegados en los ochenta, y los B-2, utilizados desde los noventa. Se trata, así, del primer avión de este tipo que se desarrolla en el país en los últimos treinta años.
Los planes iniciados en 2004 contemplaban una aeronave que comenzaría a operar en 2018, sin embargo el programa quedó aparcado en 2010 por cuestiones presupuestarias. Al año siguiente volvió a retomarse el proyecto, aunque con la premisa de que cada uno de los cien aparatos previstos no se encareciese más allá de 550 millones de dólares o unos 800 millones si se tienen en cuenta la investigación y el desarrollo que llevarán aparejados.
Con estas premisas, el nuevo calendario previsto contempla que los primeros aparatos estarán disponibles a mediados de la próxima década. Es decir, en torno a diez años tras la próxima firma del contrato.
Fotos: USAF