El pasado 11 de junio, el presidente del Gobierno ha firmado la nueva Directiva de Defensa Nacional 2020 (DDN 2020), tras ocho años bajo el paraguas de la DDN 2012, que establece las líneas de actuación y objetivos del Ministerio de Defensa para esta legislatura al mismo tiempo que constituye el pistoletazo de salida para el inicio de un nuevo ciclo de planeamiento de defensa regulado por la Orden Ministerial 60/2015. La doctrina de planeamiento de defensa tiene ya cuatro décadas. La primera DDN fue la de 1980.
En principio hay que valorar positivamente la promulgación de la DDN 2020 toda vez que el ciclo de planeamiento de seis años tenía que haberse iniciado en el 2018. Asimismo, para que el proceso de planeamiento sea eficaz debe de disponer de un marco de referencia actual y previsible del panorama estratégico y de seguridad internacional.
El documento después de hacer una introducción de generalidades, ya muy conocido, entre en el apartado del escenario estratégico en donde se pueden destacar tres semblantes originales. Por un lado, la existencia de los dos ejes del multilateralismo, el de la Unión Europea y el de la OTAN a los que yo añadiría el de las Naciones Unidas y el de las coalitions of the willing. Por otro, el empleo de las estrategias híbridas que conducen a una intensa confrontación en el ciberespacio y en el ámbito de la información. Sin duda, tendrán una gran importancia en el próximo futuro.
En un tercer semblante, constituye un acierto la afirmación de que el entorno geopolítico está poderosamente influido por la carrera de las grandes potencias por alcanzar las primeras posiciones en la posesión y empleo de las tecnologías avanzadas puesto que se consideran elementos imprescindibles para alcanzar la superioridad ya sea en el escenario estratégico o ya sea en el próximo campo de batalla.
No obstante, se nota la carencia de una alusión clara a los posibles riesgos y amenazas que se ciernen sobre la comunidad internacional y, en consecuencia, sobre la UE y sobre nuestro país, así como la posible actuación de nuestros adversarios en el actual y previsible escenario geopolítico caracterizado por la incertidumbre, la complejidad y la competencia estratégica entre las potencias de primero y de segundo orden en el sistema internacional de seguridad y defensa.
Llama la atención que no aparezcan en la DDN 2020, de forma nítida y clara, los intereses nacionales de seguridad que se han señalado repetidamente en las tres Estrategias de Seguridad Nacional que disponemos, la de 2011, la de 2013 y la de 2017, con independencia de que se expresan, de forma un tanto difusa en las primeras directrices del apartado Líneas generales y objetivos de la Política de Defensa. Da la impresión de que no se quiere saber nada de la ESN de 2017.
A mayor abundamiento, aunque en el preámbulo de la DDN 2020 se señala que este nuevo ciclo de planeamiento está enraizado en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017, lo cierto es que en el documento no aparece ni siquiera una alusión a dicha estrategia, especialmente lo relacionado con el objetivo de la Defensa Nacional que se indica en la misma, especialmente en estos momentos en que no tenemos ninguna definición de la Defensa Nacional.
Esta situación nace de la falta de armonía que debe existir entre el ya viejo y consolidado ciclo de planeamiento de defensa - 40 años - y el nuevo ciclo de planeamiento estratégico aún sin cerrar debido a la ausencia de una Estrategia de Defensa. En concreto, en nuestra normativa tenemos reglada la Estrategia de Seguridad Nacional por la Ley 36/2015, de Seguridad Nacional, y la Estrategia Militar por la Ley Orgánica de Defensa Nacional 5/2005. Pero la existencia de un vacío de la Estrategia de Defensa Nacional, y su relación con la DDN, produce distorsiones en la naturaleza de ambos ciclos de planeamiento.
En cuanto al planeamiento operativo y de capacidades que necesitan nuestras Fuerzas Armadas parece más lógico y razonable priorizar la defensa del posible desafío o amenaza no compartida que nuestra contribución al esfuerzo de la comunidad internacional toda vez que la credibilidad de la Defensa Nacional debe sustentarse en alcanzar un nivel razonable de disuasión y de defensa autónoma capaz de garantizar la seguridad en nuestro entorno estratégico más cercano. Esta reflexión que contradice el postulado del documento conviene debatirla.
En relación con la industria de defensa, constituye un aspecto positivo de la DDN 2020 dar prioridad al fortalecimiento de la industria de defensa nacional y al desarrollo de una Base Industrial y Tecnológica Europea. Para ello, es preciso participar en proyectos europeos con un alto grado de tecnologías avanzadas lo cual exige un fuerte compromiso y esfuerzo gubernamental en tres actividades clave: investigación, desarrollo e innovación; la captación de talento; y la formación. Si esto se logra, consolidará la evolución de la industria y tecnología de la defensa.
Todos estamos de acuerdo que la Defensa es un bien y un servicio público, asumido como intangible - e imperceptible - y nunca bien explicado su contenido. Partimos de la premisa de que en este primer cuarto del siglo XXI la mayoría de los ciudadanos ni sienten ni conciben a la Defensa como asunto de Estado y de la Sociedad, que está a su disposición para garantizar su libertad, su bienestar y su prosperidad.
Por ello, la directriz que señala el apoyo decidido del Gobierno a la labor del Ministerio de Defensa para la promoción de la Cultura y Conciencia de Defensa, en el marco de la Cultura de Seguridad Nacional, favoreciendo el conocimiento del conjunto de los españoles sobre la actividad cotidiana de sus Fuerzas Armadas constituye un paso de alto calado para la Defensa Nacional.
Con referencia a realizar, cuando la situación lo requiera, un esfuerzo suplementario de al menos un 50% superior al número del actual despliegue permanente de las Fuerzas Armadas, por un periodo máximo de un año, no parece realista ni desde el prisma de la actual situación estratégica ni desde la recesión económica en que aún estamos inmersos.
Pero no hay que olvidar que ningún Planeamiento de la Defensa podrá tener éxito si no va acompañado de un compromiso firme de financiación de todas sus necesidades, incluidos los compromisos internacionales o la renovación y sostenimiento de las capacidades militares, es decir, si no existe una estabilidad presupuestaria y una estructura financiera que podría conseguirse mediante la promulgación de una Ley de Estabilidad y Sostenimiento de las Fuerzas Armadas. Esta carencia conforma una gran debilidad de la DDN 2020.
En resumen, la promulgación de la DDN 2020, en sí misma, es una decisión acertada con algunos aspectos innovadores como la alusión a los ejes del multilateralismo - aunque sin completar - la incidencia en impulsar la Conciencia de Seguridad y Defensa - muy necesaria en el momento actual - y la potenciación de la industria de defensa, pero deja pendiente la definición de la Defensa Nacional, la armonización entre ambos ciclos de planeamiento, el de defensa y el estratégico, un mayor énfasis en los riesgos y amenazas y la posible actuación de los adversarios o la ausencia de financiación para las Fuerzas Armadas, aspecto esencial para alcanzar su nivel indispensable de operatividad.