Sin complejos
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Incapacidad de reconocer nuestros logros. Este es uno de los males nacionales que presenta la profesora Roca Barea en su obra "Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días". Según Roca nuestro complejo de inferioridad crónico frente a lo extranjero nos ha llevado a pensar con demasiada frecuencia que en el extranjero siempre lo hacen mejor que nosotros y a no ser capaces de valorar adecuadamente nuestros aciertos.

La iniciativa comunitaria de lanzar el fondo europeo de defensa, en el marco más amplio del plan de acción de defensa, es la iniciativa de la UE más prometedora para reforzar el pilar de acción exterior y defensa común. Es de sobra sabido que el fondo presenta como acción principal el fortalecimiento del sector industrial de defensa para permitir disponer de iniciativa estratégica y eliminar, o al menos reducir, la dependencia tecnológica, industrial y operativa del exterior.

En ese entorno el programa de desarrollo industrial de defensa (Edidp) es un primer paso para alcanzar un objetivo planteado a largo plazo. El resultado del primer hito, la llamada de 2019 para presentar proyectos cooperativos, está todavía pendiente de decisión. Esperemos que no se retrase demasiado. La cuantía del fondo europeo de defensa a partir de 2021 está siendo cuestionada. Se fijará a finales de año, cuando se apruebe el próximo marco financiero plurianual, durante la presidencia alemana.

Según datos iniciales alrededor de 400 empresas europeas han acudido a la convocatoria lanzada en primavera de 2019. De ellas un 10% son españolas. Un porcentaje solo superado por las francesas, con un 15%, y muy ligeramente por las italianas. Entre los tres países la aportación industrial representa casi un 40% del total. La presencia de la industria española supera a la alemana de forma significativa. También a las de otros países con, teóricamente, mayor potencial en industria de defensa como las holandesas o suecas. Participamos activamente en muchos proyectos, y lideramos algunos consorcios significativos en capacidades estratégicas.

Según datos oficiales en Francia unas 5000 empresas declaran actividad en el sector aeroespacial y defensa, con 400 mil puestos de trabajo de los que algo menos de la mitad son directos. En conjunto representaría la cuarta parte del global del sector europeo. Su facturación, solo en defensa, duplica la del sector español. En el ranking top-10 europeo aparecen tres empresas francesas, sin contar su presencia en otras dos multinacionales. El presupuesto de defensa francés triplica al español. El desarrollo industrial se ha basado en una política, sostenida durante más de medio siglo, de promoción pública de un sector que ha sido estratégico para propiciar el peso internacional de Francia como potencia global.

Por su parte, la política italiana, diferente de la francesa, ha favorecido tanto la presencia en el mercado interior de sus empresas como una política inteligente de presencia en el exterior con alianzas estratégicas. Italia cuenta así con un gigante industrial que aparece en el top 15 mundial. El conjunto de su industria de defensa genera más de 150.000 empleos de los que un tercio son directos. El presupuesto de defensa italiano duplica al español.

Las cifras del sector español no son tan llamativas. El volumen del mercado nacional tampoco. Sin embargo la actividad en el marco europeo demuestra nuestra capacidad y nuestro potencial.

El éxito se debe en nuestra opinión a varios factores. Sin que el orden de exposición indique importancia, en primer lugar citaremos el valor del sector en conjunto. Quizás no haya un líder identificado claramente, pero la suma de capacidades es muy potente. En segundo lugar, disponemos de tecnología y producto, desarrollados con un esfuerzo importante desde un sector, predominantemente privado, que ha permitido obtener niveles de excelencia en algunas áreas. Quizás nos falte un poco más de confianza por parte de nuestro cliente interno, todavía muy orientado hacia proveedores externos. En tercer lugar, debe destacarse nuestra capacidad de cooperar y nuestra flexibilidad de actuar en un marco incierto, como es todavía el esquema europeo. Un ambiente de incertidumbre que no han entendido otros países pero que, quizás por genética, nosotros hemos sabido interpretar. Finalmente, y este elemento es muy importante a nuestro juicio, un liderazgo ejercido desde los responsables de relaciones internacionales del ministerio de Defensa, que ha propiciado la cooperación interministerial, las relaciones con los organismos militares que definen las capacidades operativas necesarias, y un nivel de interlocución con la industria muy fluido.

No debemos ser triunfalistas porque el camino es largo pero es justo reconocer nuestro éxito. Un liderazgo público, que no debe basarse en posturas personales coyunturales, una estrategia común con objetivo claro y una buena base de tecnología y producto nos debe permitir continuar el trabajo realizado hasta ahora. Sin complejos, conscientes de nuestras limitaciones y también de nuestras fortalezas.



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